Aún recuerdo la primera vez que pisé tierras extremeñas. Partí de Madrid hacia Plasencia sin apenas tener conocimiento sobre tan hermosa región. Si he de ser sincera la única relación que tenía con Extremadura era Maria José, una compañera de clase. Periodista, como yo, había dejado su Badajoz natal para seguir formándose. Muy educada y risueña, con una entonación al hablar que se acercaba más al canto que a la conversación…
Lo que descubrí en esta primera visita a esta cuna de conquistadores en enganchó. Vendrían después otras muchas escapadas para conocer sus preciosas ciudades y encantadores pueblos, parajes naturales de una belleza sobrecogedora, y todo ello a tiro de piedra, como se dice popularmente. En coche, autobús, tren o avión, el cómo llegar no es problema. De mis andanzas por esos lares son estas recomendaciones: siete rincones únicos que harán que te enamores de Extremadura.
Yo confieso que siempre que puedo repito viaje. Es tanto por ver que siempre habrá motivos para regresar.
1. Plasencia, la ciudad con dos catedrales
No podía faltar en este artículo. Fue aquí donde sentí ese amor a primera vista con Extremadura y es más que probable que también caigáis presos de este hechizo. Estamos ante una de las urbes más bonitas del país. Así. Sin discusión. Se la considera la capital del norte de la comunidad, como la ‘perla del Valle del Jerte’ y ha sido propuesta en varias ocasiones para ser Patrimonio de la Humanidad. Lo conseguirá, estoy segura…
Tiene un gran patrimonio arquitectónico y artístico. No en vano fue creada ‘para que agrade a Dios y a los hombres’, tal y como pregonan en su escudo –‘Ut planeta Del et Hominibus’. Entre sus muchos valores está el contar con dos catedrales, la Vieja, de estilo románico, empezó a construirse en el siglo XIII, y la Nueva, de finales del siglo XV, con gran influencia renacentista.
Ya puestos no dejéis de recorrer sus calles, visitar la torre de Lucía, con una buena panorámica de Plasencia, sus casas señoriales y palacios, la plaza de la catedral o conventos como San Vicente Ferrer, reconvertido en Parador.

2. Primavera en el Valle del Jerte
Del 20 de marzo al 10 de abril aproximadamente se suele esperar la floración de los cerezos en el Valle del Jerte. Se trata de la fotogénica primavera ‘nevada’ que viste de blanco los campos del norte de Cáceres, un lugar declarado ‘bien de interés cultural’.
El espectáculo no deja a nadie indiferente, con más de un millón y medio de cerezos en flor y unos pueblos que viven al máximo esta temporada, con actividades culturales, gastronomía y tradiciones muy arraigadas. Lo mejor es coger un coche y recorrer la sierra, pasando por Valdastillas, Piornal, Barrado, Cabrero, Casas del Castañar, El Torno y Rebollar.
Con los años estos festejos están siendo cada vez más conocidos y es tal el atractivo y la fama que han alcanzado ya que gozan del título de ‘Fiestas de Interés Turístico Nacional del Cerezo en Flor’. Para saber las fechas definitivas habrá que esperar al menos un mes antes o así, pues todo va a depender del ritmo de floración y de la meteorología para poder prever mejor cuáles serán los 10 días ‘grandes’ para disfrutar de este auténtico espectáculo de la naturaleza.

3. Alcántara y su puente romano
Ha sido elegido como el mejor rincón de España según la Guía Repsol y no extraña en absoluto. La estampa es impresionante: un puente romano de seis arcos de hasta 70 metros de altura que data del siglo II d.C. sobre el río Tajo. La fotografía que podemos tomar es de esas de las que sentirnos orgullosos de por vida… Se conserva en perfecto estado, haciendo honor a la inscripción que se hiciera en el mismo hace cientos de años: “Este puente durará mientras dure el mundo”.
Alcántara cuenta con otros puntos de gran interés, como es el Conventual de San Benito, un complejo renacentista de los más reseñados de toda Extremadura, la iglesia de Santa María de Almodóvar y bueno, realmente todo el municipio merece la pena. Su conjunto histórico está declarado bien de interés cultural.

4. Granadilla, la villa abandonada que resurge de sus cenizas
En 1965 se disolvió el municipio de Granadillas, un antiguo señorío de la comarca Tierras de Granadilla –también conocida como Trasierra– que quedó completamente deshabitado en la década de los 60 por los riesgos de inundación. Esta villa amurallada, declarada Conjunto Histórico-Artístico desde 1980, fue fundada por los musulmanes en el siglo IX y desde 1984 se encuentra en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados. Es un sitio donde el tiempo parece haberse detenido, uno de esos rincones pintorescos y llenos de encanto que no hay que perderse. Se mantienen en buen estado muchas de sus casas y viviendas de particulares, el Ayuntamiento, el cuartel de la Guardia Civil, la iglesia y el juzgado de paz, entre otras.
Fue paso obligado de la Vía de la Plata, situado junto al embalse de Gabriel y Galán. En estos momentos se valora mucho como enclave para la observación de aves.

5. Teatro Romano de Mérida
Puede que sea de los lugares más conocidos de este listado pero no podía faltar. La capital extremeña es uno de los grandes atractivos de la provincia de Badajoz, de esas ciudades que hay que visitar alguna vez en la vida. Es un destino monumental con construcciones mozárabes maravillosas, como es la Alcazaba o el templo de Diana. Pero si hay algún complejo que se queda grabado a fuego en la retina es el Teatro Romano, que se construyó en el año 15 o 16 a.C.
Este se ha restaurado y se conserva muy bien. Tanto es así que cada año atrae a miles de personas para acudir al Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, que tiene lugar en verano. La acústica y la magia de este escenario es un valor añadido para cualquier tipo de espectáculo… Os lo digo yo que el pasado mes de septiembre pude presenciar la actuación de un Miguel Poveda inigualable, con una escena a la altura de su grandeza como artista.

6. Cocina tradicional y vinos con denominación de origen en Almendralejo
Probablemente aquí se puedan degustar los mejores caldos de toda Extremadura, con denominación de origen Ribera de Guadiana. La fama de esta ha granjeado a Almendralejo el sobrenombre de ‘Ciudad Internacional del Vino’. Encontraremos aquí el maridaje perfecto para auténticas delicatessen de la gastronomía extremeña, como es el caso del jamón ibérico, las migas, la calderería de cordero o la chanfaina, un guiso hecho con carne muy típico de la comunidad.
Podemos pasar por el museo de las Ciencias del Vino y por alguna de las bodegas de la zona. Una de las más recomendables es Romale, fundada en 1989, con actividades de enoturismo para visitantes.

7. Garganta de los Infiernos
Terminamos como empezamos, por el Valle del Jerte, justo en un punto destacado como uno de los más singulares tanto de Extremadura como de toda España. La Garganta de los Infiernos es un espacio lleno de arroyos, cascadas y saltos de agua, con sus famosos pilones como imagen más característica de este sitio. Es muy recomendable para practicar senderismo y en verano, por qué no, para darse un chapuzón y aliviar las altas temperaturas propias de estos parajes extremeños.
