Festivales hay muchos. Una vez se abre la veda, el calendario festivalero impone un etiquetado para no despistarse. Cierto es que la temática musical suele ser una pista pero a veces no basta y el estilo puede jugarte una mala pasada. Si eres de los que no te paseas por estos recintos sin un outfit calculado con antelación, si el Coachella te ha sabido a poco o si huyes de la vulgaridad del calimocho y la pachanga, toma buena nota. Festival, cool y verano en una misma ecuación.
1. Pitchfork Music Festival, Estados Unidos
Celebrado en Chicago del 15 al 17 de julio, el festival organizado por la publicación musical local Pitchfork es algo más que un entremés del mítico Lollapaooza, dos semanas después en la misma ciudad del viento. Desde 2006, el Union Park es sede de la expresión en directo de la música independiente prescrita en su sentido más amplio y, por qué no, también radical. Los hypes conviven con los maestros y este año el cartel se nutre de nombres como Beach House, Savages, Sufjan Stevens, Sun Ra Arkestra y Brian Wilson en el 50 aniversario del Pet Sounds. Canela en rama para la fauna indie.

2. End of the Road, Inglaterra
Los primeros cuatro días de septiembre, cuando el verano empieza a dar un respiro, los Larmer Tree Gardens de Dorset, al suroeste de Londres, se engalanan para celebrar este festival bucólico y pastoril, a escala humana y donde la música independiente es invocada con velas y ambiente campestre. El line-up de esta edición es definitorio: The Shins, Animal Collective, Cat Power, Teenage Fanclub, Devendra Banhart, Broken Social Scene, M. Ward… Lo dicho, nada de sonidos duros. No hay más que darse una vuelta por el camping boutique, con tipis y yurtas de diseño. Para hipsters delicados que se sienten intimidados por el mastodóntico Glastonbury.

3. Fuji Rock, Japón
Asistir a un festival japonés, sea el que sea, ya tiene su cuota de encanto cool. Pero si hablamos del que es el festival por excelencia y el más veterano -están de 20 aniversario- de cuantos se organizan a este lado del mundo, la cosa se convierte en plan obligatorio. Aunque ya no tiene el rollo de emplazarse a la sombra del monte que le da nombre, el entorno del Naeba Ski Resort, en Yuzawa-cho, no se queda corto. La música, ante la asistencia del público más respetuoso del mundo, tiene un punto ecléctico que este año, del 22 al 24 de julio, va de Beck a Red Hot Chili Peppers, Disclosure, Wilco o Ben Harper, como primeros espadas, entremezclados entre un sinfín de grupos locales. Esa es la gracia.

4. Melt!, Alemania
Coincide temporalmente con el Pitchfork, aunque para asistir a este divertido festival hay que localizar Ferropolis, un singular emplazamiento industrial conocido como la ciudad de hierro a orillas de un inmenso lago -en el que hay zona habilitada para el baño- entre las ciudades de Leipzig y Berlín. Lo que nació como un hito de las culturas rave y techno poco a poco se ha instituido como una referencia en la agenda festivalera internacional algo más flexible, abierta al rock psicodélico, a las bandas de moda y a los mejores djs, y sobre todo entregada a la fiesta por encima de todo. Los asistentes este año disfrutarán de Tame Impala, Two Door Cinema Club, Chvrches o Damian Lazarus.

5. Burning Man, Estados Unidos
De tan loco nos parece cool. Y porque hay que ir al menos una vez en la vida como razón primigenia. Desde que cuajara en 1986, este festival obliga a siete días de experiencia extrema en Black Rock, ciudad efímera en pleno desierto de Nevada. Las fechas: del 28 de agosto al 5 de septiembre. Así que hay que ser un valiente. Cool, pero valiente. El arte, la energía colectiva, la autosuficiencia, las performances y, claro, la música, confluyen en una reunión que santifica el poder de la comunidad. Suena a secta pero es más excéntrico que otra cosa. No hay dinero, se regalan abrazos, sólo se venden hielo y café y el cenit se alcanza en una ceremonia sabática que consiste en quemar una gigantesca estatua con forma de hombre.
