‘Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Estos preciosos versos de Antonio Machado resuenan en mi cabeza desde que hace unos meses decidiera disfrutar de mis vacaciones haciendo la ruta que año tras año recorrer cientos de miles de peregrinos de todo el mundo. Y es que, hay infinidad de motivos para hacer el Camino de Santiago.
¿La meta? Llegar a Santiago de Compostela. ¿La vía? Hay varios itinerarios y alguna que otra recomendación fundamental que os damos a continuación si queremos hacer esos 100 kilómetros mínimos que se exigen para obtener la popularmente llamada ‘cosmpostelana’. Esta, que en realidad se denomina ‘La Compostela’, acredita haber recorrido el camino de Santiago, es una credencial que, ya que nos ponemos, vamos a querer guardar a modo de recuerdo por lo mucho que significa.
1. Decidir el punto de partida y el número de kilómetros que tenemos por delante hasta alcanzar la línea de llegada
Esta elección debemos hacerla en base a aspectos como el número de días que tenemos disponibles para esta escapada –cinco, siete, dos semanas…– y la forma física en la que estemos. Estos dos factores son fundamentales.

2. Qué ‘camino’ vamos a escoger
Según la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago se pueden clasificar en hasta 11 vías. En Turismo de Santiago nos hablan del camino portugués, el francés por Roncesvalles, el del Norte, el francés por Somport, el primitivo, el inglés, la Vía de la Plata, el itinerario Jacobo del mar de Arousa y río ella y el camino a Finisterre. Unos van fundamentalmente por campos y montañas, otros discurren en paralelo a las carreteras y pasan por núcleos poblacionales importantes… Hay qué plantearse qué es lo que más nos apetece, el lugar del que podemos partir y cuántos kilómetros vamos a recorrer para decidir el punto de salida. Información de gran utilidad en este enlace: Caminos hacia Santiago.
3. La mejor época del año
Teniendo en cuenta que en el norte del país no suelen ser excesivamente altas las temperaturas en ninguna época del año, podría decirse que cualquier mes es bueno para emprender la marcha. Sin embargo, como especialmente recomendables son abril, mayo, junio, septiembre y octubre, no solo porque evitamos posibles olas de calor que, haberlas haylas, se presenten en pleno verano y porque hay menos gente haciendo este tipo de viaje. Más plazas en albergues y menos gente por los caminos. Mayor comodidad, en definitiva.
4. Preparación física
Hay personas que están en forma, que practican deporte con asiduidad y tal vez consideren que no necesitan entrenarse para poder terminar con éxito este viaje. Hay que tener en cuenta que no todo el mundo está acostumbrado a andar, a hacer senderismo, y puede que 100 kilómetros en una semana requieran de cierta preparación previa. La idea es salir a caminar más o menos la distancia que creemos que habrá que recorrer una vez en la senda y con la ropa y calzado que tengamos previsto utilizar, así como con la mochila si queremos emular la situación real que viviremos por esas tierras de la Península.
5. La mochila con lo justo y necesario
Hay que cuidar mucho lo que llevamos de equipaje, por así decirlo, pues tendremos que ir acarreando de todo ese peso durante los días que estemos de vacaciones. Se recomienda que el peso del bolso no supere el 10% o el 12% de nuestro peso corporal, incluyendo el agua. Evitar todos los ‘por si acaso’ y quedarse con lo imprescindible. Durante la ruta se pasa por localidades y municipios donde podremos comprar lo que pudiera faltarnos e incluso por las tardes, una vez estemos en el albergue o alojamiento escogido, podemos lavar a mano alguna prenda, de forma que llevemos mudas solo para unos cuantos días y el resto lo vayamos limpiando allá por donde pasemos.

6. Alimentación antes, durante y después
En el día a día vamos a quemar muchísimas calorías y a gastar bastante energía, por lo que es recomendable desayunar bien, fuerte, para recargar pilas; durante el trayecto marcado para cada jornada, llevar barritas energéticas y tentempiés, además de agua, que no falte; ya en el lugar donde vamos a descansar, una buena ducha, un almuerzo o cena rico. Para irnos a dormir evitar comidas copiosas que dificultan el sueño y si hay algo importante en este viaje es descansar por las noches para rendir al máximo por las mañanas.
7. Salir bien temprano, con el canto de los gallos
Lo ideal es irse a la cama pronto para despertarse muy pronto. Hagamos caso al dicho de ‘a quien madruga, Dios le ayuda’ que tan bien casa con este tipo de experiencias y pongamos el despertador en torno a las 6.30 de la mañana para a las 7 ir ya saliendo. Es lo que recomiendan todos los que ya han hecho el Camino. Por las mañanas hace menos calor, estamos más ‘frescos’ y a mediodía podemos estar ya en el final de esa ruta para descansar toda la tarde.
8. Primeras etapas moderadas para ir subiendo el ritmo gradualmente
Intentemos acostumbrarnos poco a poco al caminar que nos espera en esos días. Es recomendable aumentar gradualmente los kilómetros que hacemos para no sobrecargarnos a las primeras de cambio.

9. Zapatos de repuesto y cubre-mochilas
Arranquemos esta aventura en la época del año que sea no garantiza que no vaya a sorprendernos una buena tormenta. Muy necesario llevar calzado de repuesto, por si se nos mojara, y un protector impermeable para la bolsa, pues si se empapa todo estamos perdidos al menos durante una o dos jornadas.
10. ¿Hostales o albergues?
Por lo general todo el mundo suele preferir alojarse en albergues, donde se comparten habitaciones y baños. Estos no admiten reservas por lo que se corre el riesgo de llegar al que habíamos pensado ocupar, que no queden plazas y tengamos que seguir caminando. Está la opción de quedarse en un hostal, que en muchos casos sí admiten que se guarden habitaciones, no obligan a compartir dormitorio ni aseo –según el caso– y son económicos, aunque no tan baratos como los primeros, todo hay que decirlo.
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