Cada vez que viajamos y conocemos nuevos lugares, culturas y personas, aunque no seamos conscientes, lo hacemos con los cinco sentidos. Y no es (sólo) una forma de hablar por el significado de prestar la máxima atención posible que tiene la expresión “poner los cinco sentidos”, sino que realmente utilizamos los cinco sentidos cada vez que hacemos un viaje. Si, además, ese viaje tiene como destino un país tan atractivo y distinto como Marruecos, la experiencia sensorial es todavía más enriquecedora. Así se ve, así huele, así sabe, así se escucha y así se palpa Marruecos…
1. Vista
Marruecos es un regalo para los sentidos, pero de forma especial para la vista. Marrakech, Fez, Casablanca, Rabat, Tetuán, Tánger… Cada una de estas ciudades llama, a su manera, la atención a los ojos de quien las visita pero, aunque figuren entre las ciudades más conocidas de Marruecos, es fácil que los ojos también se nos vayan detrás de otros lugares de Marruecos con un encanto especial, como Chauen, Essaouira o Meknes.

2. Olfato
Marruecos tiene olores muy característicos que son comunes -siempre con matices propios- en algunas de sus ciudades más conocidas, como el aroma a las hierbas que desprenden sus tés, el olor de los tintes de la ropa, el cuero y el inconfundible olor de las especias en los zocos.

3. Gusto
Probablemente, Marruecos es un destino que entra más por los ojos que por el estómago, pero eso no significa que se coma mal allí sino que, como decíamos antes, la vista es el sentido que más nos agradecerá que elijamos Marruecos (si es posible, varias ciudades mejor que una sola) como destino. No todos los paladares y, sobre todo, no todos los estómagos están acostumbrados a la gastronomía de Marruecos, pero eso no debe ser un obstáculo para que probemos algunos de sus platos típicos, como los tajines, el mechui, el cuscús y la exquisita pastela, un entrante que fusiona lo salado con lo dulce. Y claro, el gusto, al igual que el olfato, también merece llevarse una alegría al tomar diferentes tés.

4. Oído
Los sonidos en Marruecos varían, como en tantos destinos, en función del lugar en el que nos encontremos (no es igual un zoco que el desierto), pero también de la época del año (si, por ejemplo, nos encontramos en el Ramadán) y del momento del día. Lo que no cambia tanto en función del lugar es el sonido de las noches, dominadas por un silencio que invita a la calma y a la reflexión.

5. Tacto
¿Qué tal si terminamos este recorrido sinestésico por Marruecos con el agradable tacto de un suave pañuelo de seda o una pashmina deslizándose entre nuestros dedos? Muchas otras cosas bellas no se pueden tocar porque no son tangibles, como el color y la luz que transmite Marruecos, un país donde conviven en armonía la arena del desierto con el agua del mar. La luz y el color pintan en Marruecos un lienzo único y tan preciado como precioso. Sólo hay que saber buscar el lugar, el momento… y la compañía para admirarlo de cerca.

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